
Nuevos horizontes pueden traer nuevas perspectivas, según desde donde se lo mire. Y esto es justo lo que andaba buscando. Aunque no pueda decir que encontré la perspectiva adecuada, el andar por otra calles, respirar otro aire, mirar otras caras me orientó hacia un camino sereno.
Tranquilidad, calma, paz, serenidad no son más que sinónimos del reclamo que mi alma me pasaba a diario. Hasta que la escuché y me lancé a conquistar un poco de lo que estaba careciendo. No fue tarea fácil, ni aún está completa. Es un largo camino pero que ya tiene marcado los primeros pasos. El inicio es fundamental y nos lleva a otro estado distinto, nos conduce a otra punta, a otro mirar.
Fue un tránsito marcado puntualmente por el silencio y la soledad – entendida esta como ausencia de compañía-. Algo a lo que tuve que acostumbrarme –o al menos intentar hacerlo- por unos días. Sabiendo lo que conlleva mi esencia me imaginaba un intento fallido, no obstante, no puedo quejarme. Otra vez: el inicio es fundamental.
Todo fue primero: la lejanía, la audacia, la inquietud, la sed de nuevas experiencias, y sin dudas, la soledad.
El tiempo me llamó a este encuentro con mi propio ser, me marcaba minuto a minuto esta imperiosa necesidad. Y así fue que me vi partir y me vi llegar. Asi fue como me encontré en otro lugar, en otros ambientes, con otra gente, otras costumbres, otros discursos, y hasta otras formas de entender y vivir la vida.
Reitero: no fue fácil. Pero tampoco complicado. No, para nada. Sólo que la diversidad a veces nos llama tanto la atención, otras simplemente nos apabulla, satura o nos conduce a esa extraña, pero real, sensación de querer lo nuestro, de necesitar lo que somos – o estamos acostumbrados a ser-. Algo tan paradójico, que suena risible Y es que escapando de la rutina, de la cotidianeidad, me asomé a nuevas formas de vivir que me hicieron recordar cuánto extrañaba esto, ese devenir tan mecánico que es –entre otras importantes cosas- mi razón de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario