jueves, 31 de octubre de 2019

Floreciendo

Me quedé con tu flor blanca en la mano, pensando cómo por ese pequeño detalle mis pensamientos se dispersaron por miles de mundos. La guardé sabiendo que se marchitaría, que su perfume se expandiría entre las telas de mi cartera, que su aroma dejará tu recuerdo escondido en la oscuridad y que, mientras poco a poco su vida se apaga, intencio-nada dormirá en un sinfín de incógnitas. Me quedé con ella, aún si que te dieras cuenta, aún sin que supieras que en esa diminuta naturaleza me entregaste tu mundo. Consciente o no, elegiste regalármela, sin protocolos, sin preámbulos, sin más... simplemente dejaste que mis manos se adueñaran de ella; como si en su esencia un poco de tí quedara para mí. Una flor blanca, un jazmín, uno entre todos los jazmines de la historia cayó sobre mí y le dio sentido a un sentimiento dormido. Calmo, tranquilo y regocijado, mi corazón cambió su latir hacia vos; mis ojos tienen una chispa distinta. El recuerdo de ese sublime, aunque efímero, momento perdurará por siempre. Tu flor vive, descansa y duerme eternamente en la emoción jamás imaginada de haberme elegido.